07 diciembre 2011

De lindo y bien.

Es eterno el dilema sobre qué es jugar bien o mal, y qué es lindo o feo en el fútbol. Incluso hay confusiones en las prioridades de búsqueda de cada uno. “A mi no me importa jugar lindo, sólo quiero ganar”, es la frase recurrente que proviene, curiosamente, de los técnicos, gente avezada del fútbol, según se supone. Hay que desterrar dos mentiras. Primero, no hay ningún técnico, ningún jugador en el mundo, absolutamente nadie que no quiera o no le importe ganar. Es imposible deportivamente. Incluso en el amateurismo, en el fútbol con amigos de los sábados, y hasta en tirar la piedrita en un lago. Les juro que si encuentran a alguien que quiera perder o empatar, regalo todo lo que tengo, dono absolutamente todo. Segundo y otra gran confusión en el fútbol: nadie tiene a lo lindo como intención, para nadie la estética en el juego forma parte de los objetivos de cara a un partido. Todos buscan ganar y nadie busca jugar lindo. Ni Cappa ni nadie. Entonces esa frase que se le escuchó decir a Simeone en la previa al partido contra Boca pero que igual se escucha cada fin de semana, harta y cansa por lo ridículo. Como bien dijo Latorre en el número de noviembre de Un Caño: “jugar lindo, que agrade a la vista y a la estética es la consecuencia de jugar bien. No es una búsqueda intencionada. A mí nadie me dijo: ‘entrá a la cancha y jugá lindo’. Es una mentira intencionada, impuesta a propósito para oponer dos maneras de ver el fútbol, que, si bien las hay (a grandes rasgos), no pasa por feo o lindo, sino por bien o mal. El propósito del entrenador no es jugar lindo”.

Entonces basta de machacarle a Falcioni que su equipo no jugaba lindo. Como si esa fuese la intención de algún técnico en el mundo. Por eso sorprende que aquella frase, con trampa escondida, provenga de los entrenadores.

Y fíjense que dije que nadie busca jugar lindo, no a nadie le gusta. Porque ¡a todos les gusta que su equipo juegue lindo! Es irrefutable eso también. Caso contrario sería decir: “a mí no me gusta esta milanesa riquísima”. Y a esto es a lo quería llegar, como en el caso de la milanesa, el uso que se le da a ambos adjetivos es personal. Entonces, qué es jugar lindo (lo mismo pasa con jugar bien), depende de las construcciones ideológicas, culturales y sociales previas de cada persona. Son muchos los factores que predisponen al ser humano a inclinarse por determinada forma de jugar como linda o buena. Por eso nunca se puede sentenciar o afirmar que tal equipo juega feo o mal sin desligarse de las percepciones propias. Porque es así.

Lo importante en el fútbol-ahora lo entendí-, como el juego que es, es entretener, que los protagonistas (internos y externos) disfruten. Es, en definitiva, despertar emociones. Entonces lo que yo pensaba que era jugar bien y lindo (se recuerda, dos cosas distintas) no son más que mis propias consideraciones sobre ello. Estuve leyendo lo contenta que se fue la gente de San Lorenzo por cómo jugó el equipo en la victoria ante Tigre en el Nuevo Gasómetro, y bueno, qué se le puede decir. Un equipo como Los Camboyanos (aquel conjunto de enjundia, tesón y garra de mediados de ’80) para ellos puede ser lindo. Porque esa lucha dentro de la cancha (llamado huevos por alguno, corazón por otros) le enciende el fuego interno, le despierta la pasión y entonces ve y dice qué bien cómo meten los pibes, qué lindo, por más que la bocha vuele desde el área bajando nubes en su recorrido. Es válido que llame a eso lindo. No compartible por algunos, pero válido, ¿por qué no? Tal vez el Barsa le aburre y aunque como observador de fútbol sepa darse cuenta de que su juego es uno de los más atildados del espectro mundial de la pelota, capaz no le parece lindo, no lo entretiene, no le despierta nada (aunque alguno al leer esto diga cómo que no. Sí, ¿por qué le tiene que despertar?).

Porque además, ¿quién sabe lo que es lindo? Ni siquiera los dictámenes mayoritarios alcanzan para definir que lo que hace es Barcelona, eso mismo, es lo lindo. Por más mayoritarias que resulten las opiniones. Mismo dilema para lo que es jugar bien. Cada uno tiene su ideal, pero de nuevo, si no existe una verdad absoluta, cómo saber qué es jugar bien. Y me refiero jugar bien en un análisis más profundo, porque obvio que atacar para el arco propio va a ser siempre jugar mal. A mí no me pareció que esta Uruguay campeona de la Copa América haya jugado lindo o haya jugado bien, salvo un poco en la final. Pero si a otro le pareció, ¿con qué tupé, sinceramente, puedo refutarlo? No coincidiré, que es otra cosa. Pero si eso le pone la piel de gallina, si eso le desprende una sonrisa de satisfacción, de disfrute, mientras lo ve, qué le voy a decir. Yo qué sé si eso no es lindo para él.

Y si otros quieren entrenar con pesas, pedir garra, trabar con la cabeza y buscar al nueve con pelotazos, yo voy a tener que confrontar, a lo sumo, y explicar que para mí es por eso que el fútbol hoy está como está y que la forma en como está es la que yo considero mala. Con este miedo a perder, con ambiciones recortadas, este futbol que desprecia la posesión y estima la verticalidad, de nulos desbordes, que confunde paciencia con estatismo, previsible…

¿Pero si otro piensa distinto? ¿Y si otro disfruta con poner el énfasis en lo físico y no en la pelota? ¿Y si le resulta una excitación de niveles inconmensurables ver a su equipo con la valla menos vencida de todos? ¿Y si es también ello, un motivo de orgullo pese a tener pocos goles a favor?, ¿qué le puedo decir yo? Con qué tupé, resalto, le tengo que decir que no puede estar contento porque su equipo no comulga con lo que yo considero que es jugar bien y lindo y me despierta emociones. Por qué voy a decir que ese tipo ve mal al fútbol, que lo entiende de manera equivocada. Si disfrutan con eso está perfecto que lo alienten, que lo celebren, que lo elogien y piensen que falta más de aquello para mejorar al fútbol argentino. Es lógico. Habrá miles que pediremos lo contrario y del otro lado también lo deberían entender como lógico. Ambos pedidos partirán de las construcciones previas que hacen que cada uno considere lindo juegos distintos.

Lo mismo ocurre con ser hincha de un club. No existe una razón para decirle al de Boca, River o Racing o el que sea que está equivocado en regalarle su amor a determinado escudo. Tampoco para objetarle a cualquiera que lindo no es trabar con fuerza permanentemente, correr mucho y pensar poco. Por más que uno piense y esté convencido de que eso no es lindo, no se lo puede objetar.

Al tratarse, como dije, de disfrutar, al jugador que veo en la pantalla revoleando la pelota le voy a pedir por favor que la baje en la próxima y que sí, si puede y no le es mucha molestia, se la pase a ese que está ahí al lado y usa la misma camiseta y a este otro, supongo, le pediré lo mismo para lo primordial: que pueda disfrutar y disfrutar según lo que yo considero lindo y bien. Nada más lógico y sencillo. Y cada uno reclamará y disfrutará con los de la pantalla o los de la cancha si éstos ejecutan lo que él considera bien y lindo, y sino no lo hacen, no hay ningún problema, porque, en definitiva, es simplemente un juego. Un juego que carece de una verdad absoluta en la cual apoyarse y por lo cual existen tan saludables y variados pensamientos.

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