24 mayo 2011

Sobre las críticas en el fútbol y la mal llamada pasión


Desde siempre he tenido una actitud de reserva frente a la crítica. Primero que nada, la mayoría de las veces porque son injustas, la crítica de Luisito, por ejemplo, es hacia al arquero profesional de la primera de River. O sea, hay una diferencia abismal entre ambos. Pero quién le va a negar el derecho de opinar. Al fin y al cabo yo estoy haciendo lo mismo ahora, así que no puedo decir nada.

De lo único que se habla en estas horas es de los “garrafales” errores que cometió Carrizo en las últimas fechas. Maximizados además, por los rivales primero, por la situación que pasa el club después, y encima, por si fuera poco, por hacerlos con la camiseta de River. La verdad que no voy a dar mi opinión sobre si Carrizo bajó el nivel o qué. Si es que cometió un error, listo, se equivocó, punto. Innecesarios los enfoques de las infinitas repercusiones sobre el hecho. Es cierto que lo ocurrido es un foco más que jugoso para la prensa. Irresistible. Pero, y esto va más para los hinchas, en vez de andar castigando a Carrizo por, enfatizo, un error posible, imprevisto (aunque error al fin), por qué no se le machaca a River la enorme soledad con la que el jugador Ferrari recibió la pelota. Claro que nadie pensaba que desde ahí le iba a pegar al arco, pero en ese gol tiene más responsabilidad la libertad con que la que apareció Ferrari, que en definitiva es un error conceptual, de juego, que la desgracia de Carrizo, un error imprevisto. ¿Que fue por exceso de confianza? Ese es otro punto y no lo sé.

Entonces, si la prensa o la gente quiere criticar (con qué autoridad encima, ¿tantos eruditos de fútbol hay en Argentina?, pero buen, seguirá pasando), por lo menos, que critique de fútbol (si es que de verdad sabe), y no de “ese soberbio arquero sin manos que se la pasa canchereando”, como escuché en alguien.

Pero tal vez ese no sea el problema principal. Si al fútbol no se le diera tanta trascendencia, no, perdón, si no se le diera tanta mala trascendencia (“está ocupando un lugar que no es el correcto en la sociedad”, lo esuché decir a Pompei ayer) el fallo de Carrizo pasaría desapercibido y el arquero andaría ahora pensando en el próximo partido y no en cómo responderle a las criticas que todavía sigue recibiendo. Lo que se dice trabajar en paz.

En todo caso, habría que analizar la importancia que se le da a este deporte en la vida. Vos podés ser el hincha más pasional de tu equipo pero no confundir pasión con enfermedad. Dicotomías al margen sobre si vas a ver jugar o a ver ganar, no podés enojarte porque tu arquero cometió un error, o tu equipo perdió. Eso no es pasional. Lo que hicieron los hinchas de Huracán el otro día tampoco es pasional, ni por asomo es amor al club. “La pasión es la excusa del hincha para no hacerse cargo”, ofrece como verdad el Ruso Verea en una entrevista en junio del 2010.

En fin, en un momento apunté a la cantidad de personas que se creen con la autoridad suficiente para poder opinar, y como yo tampoco me considero capaz, voy a dejar que a esto último lo explique mejor Dante Panzeri a través de su libro Fútbol: Dinámica de lo impensado (1967): “Más que concurrentes al fútbol, son enfermos, aún no reclutados como tales dentro de los servicios médicos y farmacéuticos. Unos peligrosos, otros mansos, pero enfermos al fin, puesto que sufren. Y hay que convenir que quien deja suplantar su personalidad más frecuente por otra que se regula según la suerte de una divisa deportiva, es un enfermo, puesto que no es un individuo equilibrado, ni controlado”.

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